Por ahora es como un magma pacífico, participativo y diverso, que tiene frente a sí unos poderes asentados, algo desconcertados pero con la desvergüenza del que se siente fuerte.
El poder político, cada vez más injertado al poder económico, se aleja cada vez más de la gente. Éste, a su vez, siendo el verdadero artífice del desastre social que supone la desigualdad creciente y crujiente, tienen todavía capacidad de intimidación, pero ambos han perdido la capacidad de convicción y de autoridad, como nos recuerda Josep Ramoneda en un artículo reciente.
La ciudadanía, cada vez más formada e informada, no se cree ya las coartadas de los tecnócratas que dicen gobernarnos ni las bondades de las grandes empresas que hacen obras de beneficencia públicas mientras defraudan "en privado" sistemáticamente al fisco mediante argucias legales o ilegales (comocotizar en paraísos fiscales, por ejemplo).
Por ahora la sociedad del 99% responde sólo con una desconfianza ilimitada, con cinismo, con respuestas puntuales de rechazo o apelando al individualismo. Pero muy pronto no se conformará con ser espectadora doliente de la injusticia de un poder político débil, alejado y servil, de un poder judicial que promueve la desigualdad otorgando privilegios a los ricos y poderosos, de un poder económico vicioso y tramposo, que nunca tiene bastante y especula con la vida, y de un poder de los mass media que se está convirtiendo -si no lo ha hecho ya- en una correa de transmisión de los grandes intereses económicos.
Cerramos el año 2013 con ua confianza bastante menguada en la justicia del sistema, fruto del caos cotidiano que provoca la desigualdad sin freno. Recuperar un cierto nivel de confianza entre los cinco poderes (entendiendo la ciudadanía como tal) es imprescindible para que las cosas funcionen y eso pide, a mi juicio, trabajr en diversos frentes, entre los cuales destaco tres:
- la regulación estricta de ganancias y beneficios económicos, ligada a una reforma fiscal en profundidad que sea auténticamente progresiva. Limitar la riqueza no tiene por qué ser necesariamente negativo para la economía, si no queremos limitarla a una deriva de crecimiento constante, imposible de sostener en el tiempo.
- la regulación estricta de las leyes del mercado, con la supresión de los paraísos fiscales y una limitación clara de la economía especulativa (mercado de futuros, bitcoins, ...)
- la regeneración política, a partir de cambios profundos en las reglas democráticas, con el fin de promover una auténtica participación ciudadana y la limitación del poder coercitivo de los estados.