La primera semana de diciembre entrarán en el Parlament de Catalunya
los presupuestos de la Generalitat para el año 2015, que presentan un dato vergonzante y curioso: destinan poco más de 1 € por habitante a las
políticas de fomento de paz, promoción de los derechos humanos y cooperación
internacional al desarrollo que gestionará la Agencia catalana de
cooperación (ACCD). Sí, has leído bien, un euro por habitante en todo el año.
Para podernos dar cuenta de la ridiculez de esta cifra sólo hay que compararla con alguna otra: Previsiblemente las cifras para el Ministerio de Defensa español 2015 supondrán para cada catalán unos
196 €, la indemnización por el fallido "proyecto Castor" supondrá la aportación de 29 € por
ciudadano y el rescate a los bancos españoles ha supuesto ya la contribución
inicial -directa y obligada- de 2.219 € per cápita.
Todavía más.
Mientras el gobierno catalán habla de destinar 8,5 M€ en 2015 a la cooperación
al desarrollo a través de la Agencia responsable, el presupuesto
2013 de Médicos Sin Fronteras fue de 116 M€, el de Oxfam Intermón de
82,9 M€ y el de Educo de 32,5 M€, por citar solamente organizaciones de cooperación con
sede central en Cataluña y con una mayoría de fondos provenientes de donaciones privadas. ¿Eso es hacer política pública de país?
Hace pocas semanas pude visitar un proyectpo de fomento de trabajo estable de mujeres y jóvenes, en el cultivo y comercialización de cacao orgánico en el norte del Perú, en una zona de fuerte migración hacia España cuya población está retornando a su país lo quiera o no. El proyecto ocupa ya a 1.800 famílias
rurales de un territorio tan extenso como la comarca del Ripollés, y tiene una alta capacidad de multiplicarse si podemos seguir dando apoyo a las organizaciones locales durante algunos años más. ¿Podremos?
Como este proyecto, he visitado los de otras comunidades en Ecuador y Bolivia, donde
ciertamente no necesitan nuestras ideas y discursos, sino nuestro apoyo y nuestra complicidad para tejer una gran red de ciudadanía que se preocupe por los problemas globales, cuando son nuestros o cuando están lejos de
casa. La lucha contra las desigualdades, ahora más que en cualquier otra época, no conoce fronteras y ocupa a muchísimas personas de aquí y de allá.
Por ellas, pero sobretodo por nuestra dignidad col·lectiva, reclamamos que la discusión en el Parlament de los presupuestos 2015 incluya una enmienda imprescindible: duplicar la cantidad destinada a cooperación al desarrollo para reducir nuestra vergüenza a la mitad.