jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Seguro que "primero los de casa"?

El desmantelamiento de la cooperación internacional al desarrollo, que están perpetrando el estado español y la mayoría de comunidades autónomas, encuentra muy poca resistencia entre la ciudadanía, aturdida por las consecuencias de la crisis y ante el relato de que es necesario arreglar primero los problemas de casa, antes que ser solidarios con los que están lejos. "Con la que está cayendo -nos dicen- no podemos pensar en los que están lejos".

Pero ni el relato se ciñe a la verdad ni el desmantelamiento de la solidaridad internacional va a ayudar a resolver la crisis, sino al contrario, va a instalar otro relato de "sálvese quien pueda" y "no hay más remedio que". En primer lugar porque los recursos -como podemos ver estos días en la discusión de los Presupuestos 2013 del Estado- no se incrementan para los gastos sociales en ningún caso, sino para pagar los intereses de la deuda pública (¡38.000 millones de euros!), para pagar gastos corrientes de Ministerios que duplican competencias transferidas a las CC.AA., para pagar armamento comprometido con Europa (¿acaso no había un compromiso previo con la ciudadanía para dar asistencia sanitaria universal y gratuita?), para compensar a empresas por autopistas no rentables o para que el AVE llegue a Galicia con prisa, antes de que acabe la crisis.

Los recortes sociales seguirán, porque todo parece indicar que habíamos llegado a un grado excesivo de derechos sociales, a juicio del gran capital que nos cuida y vigila. De manera que el argumento de "primero los de casa" tampoco funciona. No es verdad. Nos están dando gato por liebre y cuando alcemos la voz quizás sea demasiado tarde.

Mientras, la cooperación española al desarrollo tiende a cero, tras 32 años de un compromiso nacido del imperativo ético, social, político y económico por erradicar la pobreza extrema del mundo. En momentos de crisis las ONG no pedimos mantener el monto global de la ayuda sino mantener una cantidad proporcional a la riqueza del país: la crisis no puede ser una excusa, ya que si la riqueza del país disminuye también lo hace su compromiso, pero en la misma proporción.

No se trata de una cuestión de solidaridad sino de justicia. El compromiso de 1970, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas urgió a los 'países desarrollados' a destinar el 0,7 de su PIB a ayuda exterior, fue fruto de u consenso para conseguir que todas las personas puedan disfrutar de una vida digna. Por nuestra dignidad, alcemos la voz ya.

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