lunes, 22 de febrero de 2016

A las verdes y a las maduras, señor Suárez

"Un poquito de impossible o me ahogo", leí hace pocos días en un artículo, a propósito de la cárcel en que estamos convirtiendo nuestro cerebro, limitando nuestras posibilidades de actuación a "aquello que es posible", cada vez más acotado i domesticado por la economía y su seguidismo político. Como estoy convencido que la Historia avanza a fuer de convertir lo imposible en posible, llamadme ingenuo mientras la realidad vaya jugando a favor mío.

Un ejemplo de esta prisión mental lo tenemos en las recientes declaraciones del alcalde de Ferrol, Jorge Suárez, de la coalición de izquierdas Las Mareas, que espera (supongo que quiere decir desea) que se confirme el contrato de Navantia para la construcción de cinco fragatas de guerra para Arabia Saudí. "Tengo problemas de conciencia con esos contratos, ya que no es lo mismo hacer buques para Noruega que para Arabia Saudí, pero la situación de la comarca es la que es, y entre la conciencia y el hambre ...".

Suárez no es el único a avalar este contrato inmoral. El alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, de Podemos, dijo lo mismo hace unos días. Parece que un contrato que puede llegar a los 3.000 millones de dólares en cinco años debe pesar más en la balanza que la conculcación de la Ley española de comercio de armas (que ha costado más de veinte años de trabajo y de presión política para poder aprobarla) y que el apoyo a una monarquía dictatorial que está en guerra abierta en Yemen -2.5 millones de personas desplazadas, 21 millones con necesidad de ayuda humanitaria, 6.000 muertos y 28.000 heridos-, un régimen que da apoyo a milicias sunitas en Líbano, Siria y otros países árabes, y vete a saber con qué relaciones con Estado Islámico, el último demonio conocido.

De manera que, si el gobierno español aprueba este contrato, además de cometer una inmoralidad cometerá una ilegalidad flagrante. Mira por donde no todo vale, señor Suárez, y si en lugar de aplaudir el hecho de que nuestros principales comerciales del Estado sean el ministro de Defensa y el Rey emérito tuviéramos otro tipo de comerciales de Estado, las cosas podrían ser distintas: el dilema no es "o trabajo o hambre", es un poco más complejo. Se trata de buscar trabajo digno y dejar de remover y remover en la industria de la muerte, el comercio de unas armas que más pronto que tarde llegan a manos asesinas.

Iría bien recordarnos que nuestra conciencia no es una cárcel, no es prisionera del posibilismo de mirada corta y vuelo rasante que sólo ve lo que tiene delante de la nariz. En definitiva, que entre la conciencia y el hambre ponemos el raciocinio y sabemos valorar las consecuencias de nuestros actos.